jueves, 6 de enero de 2011

El país que quería ser Europa.


Como cada año, llegaron las vacaciones. Esos días para viajar y descubrir, pensar y disfrutar. Pero también, si tienes la oportunidad de salir de España, un tiempo para aprender y empaparte de otras culturas. Costumbres que a veces vemos como inferiores o lejanas, pero que tienen mucho que enseñarnos.


Este año mi avión puso rumbo a Turquía. Si pensamos en el país, no lo vemos como un extraño, pues nos separan tres horas y media escasas por el aire. Si preguntamos en los colegios, los niños sabrán decirnos su capital y la religión que procesan. Pero seguro que para muchos es desconocido su grado de hospitalidad, su cariño hacia el invitado y el extranjero viajero o sus bailes y orgullo por lo poco que poseen en casas esculpidas dentro de las montañas.


Para conocer Turquía tenemos que ir más allá de Estambul (que es donde empezó mi viaje de 12 días) donde los burcas, las barreras y la pobreza de niños que venden agua a 50 céntimos, se mezclan con la llamada al rezo en mezquitas de colores, los olores a especias y una lucha incansable por alcanzar ese grado de “europeísmo” que dicen que les falta para ser uno más de los 27. Una mezcla extraña, pero que al fin y al cabo encuentras en todos los países árabes más occidentalizados.
                                                                                                         
Para conocer Turquía tienes que vivir sus calles libres de tiendas de subvenirse y adentrarte en lo profundo de su península. Creo que conseguí hacer las presentaciones con el país cuando puse un pie en Capadocia y me topé con una boda. Una celebración sencilla, sin lujos, yo diría casi pobre y en medio del desierto de la región; pero al mismo tiempo una celebración donde las mujeres nos invitaron al bailar, a conocer a la novia y a tomar te en el interior de su hogar. Pero solo a las mujeres. 


Y es aquí cunado la belleza se vuelve agria y cuando los rostros de las mujeres se cubren con telas de color negro bajo un sol abrasador y casi 40 grados de temperatura. Descubres que has conocido Turquía, un país volcado hacia el turismo que te abre las puertas de sus hogares, pero que al mismo tiempo no te permite ver el rostro de aquellas mujeres que te ofrecen su humilde taza de te. Tirantes y tabaco para las que viven en Estambul. Velo, hogar y ventas de manualidades para vivir cuando no existen las pensiones, en la Turquía más tradicional. En resumen, dos realidades de un país desbordado de cultura y de historia que lucha contra si mismo y contra su religión para ser Europa.

6 comentarios:

  1. Yo también viajé recientemente a Turquía y he descuvierto el cariño y el esfuerzo que el país pone para agradar a sus visitantes.

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  2. Estoy completamente contigo. Quizás, junto con sus bellos viejes, es lo más increible y significativo del país. Eso es esáctamente lo que he querido retratar en mi post.

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  3. Estuve 4 días en Estambul hace seis años y me enamoré. Es una ciudad fantástica, romántica, increible. Con mucha vida y muchas cosas por hacer. Me queda pendiente volver y explorar todo el país.

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  4. No dudes en volver para explorar y si lo haces, no te pierdas la parte del sur que es la más auténtica. Pero vuelve a Estambul, que es seis años, un país como Turquía, seguro que ha cambiado mucho. Si regresas, escíbeme y prometo publicar un planing con mapa incluido.

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  5. No sabes las ganas que tengo de volver. Cuando sepa las fechas te aviso para que publiques esa guía.

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