lunes, 24 de enero de 2011

Castelar, Canalejas, Martos y la Real Academia de la Jurisprudencia y Legislación.


Ángel María Segovia (1), en su obra “Figuras y Figurones”, decía lo siguiente sobre la figura del político Martos: “ha practicado siempre en silencio el principio aquel de divide y vencerás y lo ha practicado, no sólo entre sus enemigos políticos, sino también con sus propios amigos”. Y parece ser que no es una simple frase reflejada en un antiguo libro, sino que Martos se tomó la molestia de plasmarla en la realidad en varías ocasiones. Entre Martos y Castelar existieron rivalidades arraigadas en sentimientos de envidia y poderío; aunque hay que aclarar que en esto de la envidia hay un claro ganador y, por desgracia para él, el Señor Martos se marcha como perdedor.  Digo en desgracia porque su espíritu no es perdedor ni siquiera en estos menesteres.

Por otro lado, encontramos los problemas que tuvo con José Canalejas y Méndez, que no acabaron del todo bien. Un acto temeroso en el que salvó la vida, pero quizás un acto que le hizo perder la suerte que acompaña una sola vez, solo en este duelo casi más típico de la época del Romanticismo. Esa suerte le abandonó mientras miraba escaparates de la Librería San Martín y el Señor Manuel Pardiñas se le acercaba por la espalda causándole la muerte con tres tiros certeros.

La relación de estos dos magníficos oradores comenzaba cuando Canalejas solo tenía dieciocho y ya prodigaba su éxito tanto en la Universidad como en el Ateneo de Madrid, sin olvidar su labor periodística en publicaciones como “El Demócrata” y “El Heraldo de Madrid”, en este último caso ocupando incluso el puesto de Director. Aunque finalmente, acaba ingresando junto a Martos en el partido liberal, quizás el grueso de su relación se afianzó al formar parte de la Real Academia de la Jurisprudencia y Legislación; ocupando ambos la presidencia de la misma en periodos diferentes. En 1878 el puesto recayó sobre Cristino Martos, mientras que el Señor José Canalejas y Méndez ocupó el puesto desde 1893 a 1894.

Será en el Madrid de 1930 cuando la Real Academia de la Jurisprudencia y Legislación vea la luz por primera vez de la mano de treinta juristas que soñaban con desarrollar el espíritu ilustrado y academicista.

Si buscamos entre sus miembros, y en su página actual podemos encontrar listados de miembros y presidentes clasificados por siglos, encontramos nombres tan importantes como José Moñino, o como seguro que nos suena más, el Conde de Floridablanca y Secretario de Estado con Carlos III. Será él su primer Presidente oficial y el que le otorgó (el 20 de febrero de 1763) la cédula que la reconocía como “Real Academia de Leyes de estos Reinos y de Derechos Públicos”.

Para llevar a cabo su objetivo, seguirán el principio básico de poner en común todos sus conocimientos, pues la Academia tenía una clara impronta liberal que se verá reflejada en la historia cuando, pasados los años, sus miembros juren la Constitución de Cádiz de 1820 (obviamente la composición de la Academia había ido cambiando con el tiempo y no tienen por que coincidir con sus miembros fundadores). Este acto, teniendo en cuenta que por aquel entonces la situación de España no era precisamente de estabilidad sino más bien de todo lo contario, llevó al Estado a intervenir la Academia privándola del disfrute de su autonomía. Como consecuencia directa: se produjo su división en dos. Por un lado la Academia de Carlos III y por otro, la de Nuestra Señora del Carmen.

Desde este momento, los nombres que ha recibido han sido múltiples y no será hasta la Regencia de María Cristina de Borbón cuando se produce de nuevo su unificación en una única identidad recuperando su robada autonomía; pero esta vez bajo el nombre de Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación. A partir de aquí, comienza un periodo de éxitos y grandeza para la Academia, pero los cambios históricos se reflejan en ella como las visiones de un espejo. Será con la llegada de Alfonso XII cuando recupere el título de Real, para luego perderlo en la Segunda Republica y recuperarlo de nuevo durante el Franquismo. Situación que, afortunadamente, no ha cambiado hasta el día de hoy.

(1) “Figuras y figurones”, por Ángel María  Segovia. Subtítulo: “Biografía de los hombres que más figuran actualmente así en la política como en las armas, ciencias, artes, magistratura, alta banca, etc., etc., etc.” 2ª Edición corregida y ampliada. Tomo XIII. Madrid. Imprenta de Figuras y Figurones. Carrera de San Jerónimo, 49, 1881.


Texto en Cine y Literatura.

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