Vivimos en una sociedad atareada hasta en los momentos de descanso. Corremos hacia el trabajo, corremos de vuelta a casa por que nos esperan las tareas domésticas, corremos cuando quedamos con alguien porque llegamos tarde, hasta corremos en vez de pasear por las calles de nuestra cuidad por que nuestros pies ya no están acostumbrados a otro ritmo.
A esta velocidad, nuestros ojos no ven, nuestro cerebro no piensa, nuestro corazón no siente. O al menos se ha inmunizado. Esto es lo que ocurre cuando pasamos por plazas típicas madrileñas que se han visto inundadas por la droga.
Me refiero a sitios como la Plaza de Embajadores, donde los vecinos y los transmutes que cogen diariamente la línea de metro se mezclan con drogas, semblantes delgados de desesperación y mafias que se aprovechan de una enfermedad social que nadie está dispuesto a asumir.
Las voces de los vecinos son acalladas. Sus quejas no encuentras respuesta o solución. Pero ¿quién escucha a los que se ven atrapados en las redes de la droga? En el imaginario colectivo lo tenemos asumido como un acto de diversión típico de jóvenes y adolescentes, o de ejecutivos agobiados que necesitan un empujoncito para aguantar sus jornadas de trabajo.
Pero no nos paramos a pensar que eso pude y de hecho acaba en vidas rotas y malgastadas en alguna acera de cuidad, en descampados buscando algo nuevo o en prisiones que encarcelan el alma y el cuerpo pero no las ansias por seguir drogándose.
Vivimos rodeados de esto, hasta tal punto que numerosas canciones nos lo cuentan sin que lo sepamos. Cuando las letras son en español no hay problema, pero ¿Qué sucede si son en inglés? Acabamos repitiéndolas como loros sin saber que estamos diciendo y sin comprender el verdadero significado de denuncia de su letra.
Por eso, propongo los siguientes ejemplos musicales. Una demostración de que no todos los secotes de la sociedad se han olvidado de los olvidados.
Letras para concienciarnos y que a veces hablan desde la propia experiencia.
Texto En clave Musical.
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